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GEDEON, EL LIBERTADOR QUE CONFIÓ EN DIOS.

 

 

 

            Después que Israel, dirigido por Josué, conquistó la tierra de Canaán, tuvieron que enfrentar a los pueblos cananeos que no les querían ceder sus tierras de buena gana.  Sobre todo los Filisteos y los Madianitas los atacaban y los despojaban de sus ganados y de sus cosechas. Era tal la situación por las que pasaban las tribus de Israel, sobre todo la de Manasés, que tenían que irse a refugiar en las cuevas  y cavernas para no ser presas de los Madianitas.

 

            Gedeón era el hijo mejor de Joás, quien a pesar de ser Israelita, tenía un altar a Baal, el dios de la fecundidad  de los cananeos.  Un día estaba limpiando el trigo a escondidas para no ser visto por los Madianitas. En eso se la aparece el Ángel del Señor quien lo saluda diciendo:

 

         El Señor está contigo, valiente guerrero.

 

            Gedeón que estaba dolido por la situación por la que atravesaba su pueblo y en especial su familia, se atreve a reclamarle a Dios:

 

       Si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto?  ¿Qué ha sido de todos los portentos que nos cuentan nuestros padres cuando el Señor nos sacó de Egipto? Ahora nos ha abandonado y nos ha entregado a los Madianitas. 

 

            El Ángel lo miró y le dijo:

 

       Vete, que con tu fuerza salvarás a Israel del poder de Madíán. Yo te envío.

 

            Gedeón le dijo:

 

       Por favor, Señor, ¿cómo salvaré a Israel? Mi familia es la más insignificante de Manasés y yo soy el último de la familia de mi Padre.

 

            El Ángel le respondió:

 

       Yo estaré contigo, y tú derrotarás a los madianitas como si se tratara de un solo hombre.

 

            Gedeón creyó en lo que el Señor le dijo e inicia destruyendo el altar a Baal que tenía su padre Joás.  El pueblo se enoja contra Gedeón, pero su padre salió en su defensa, diciendo:

 

            -¿Les toca a ustedes defender a Baal?  Si es dios, que se defienda por sí mismo.  Así dejaron a Gedeón vivo.

 

            Gedeón venció a los Madianitas con un puñado de gente.  De 10,000 hombres que formaban su ejército, Dios le dijo que despidiera a todos los que tuvieran miedo.  Todavía le parecieron muchos y le dijo que pusiera una prueba para que se quedaran sólo los que eran suficientes.  Dios mostraría su fuerza a través de ellos. Sólo quedaron 300 hombres.  La victoria fue total y Gedeón salió victorioso, de tal manera que los Madianitas no volvieron a levantar cabeza mientras vivió Gedeón.

 

            Gedeón era un hombre que creía firmemente en Dios y que se atrevió a destruir el altar de Baal que tenía su propio padre.  Por tanto, como lo haría después el Profeta Elías, lucharía contra la idolatría de Israel a Baal.  También era un hombre sincero, honesto.  Tiene memoria histórica. Se acordaba de todos los prodigios de la liberación de Egipto pero estaba atormentado y en crisis de fe, porque se sentía abandonado por Dios.

 

            Dios le sale al encuentro y lo llama, Gedeón duda, pero ante los signos de Dios, cede y acepta el ser el jefe de Israel. Siempre actúa de acuerdo con Dios, a quien le pide signos de su presencia salvadora.

 

            En la actualidad, nos podemos sentir abandonados por Dios.  No nos resultan las cosas y tenemos muchos problemas. También ante la situación de injusticia y opresión, de crisis económica o de problemas en la comunidad o familia, por la que pasamos, podemos sentir ganas de abandonar todo.  Incluso de reclamarle a Dios el por qué nos encontramos así.

 

            Dios no abandona a su pueblo y a los que confían en él y de distintas maneras les muestra, como a Gedeón,  que está presente. Pero Dios quiere que  pongamos lo que está de nuestra parte, que seamos nosotros, los que luchemos; el nos acompaña y nos da su fuerza, pero no suple el esfuerzo humano.

 

            Nosotros, como Gedeón debemos sentir en nuestro corazón la situación de pobreza de nuestro pueblo, sufrir juntamente con él y ofrecernos a Dios por su liberación. No son nuestra inteligencia o cualidades las causas de la solución a los problemas, sino el Señor, que con poco  de nuestra parte, hace el prodigio de la liberación.

 

            Destruyamos también como Gedeón todo lo que nos estorbe para servir al Señor Dios, de otra manera nosotros mismos estamos obstaculizando la obra del Señor. El escucha siempre la oración del que lo invoca. Tenemos que ser hombres  y mujeres  de oración y de acción

 

JOSE SANCHEZ SANCHEZ

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